Hola, yo soy Gabriele.

Una niña y sua padre, sentados a la mesa, cada uno con un libro en sus manos.

Nací el 24 de agosto de 1987, en Curitiba, Brasil. Mi primer idioma, por lo tanto, es el portugués, en el cual mi padre me alfabetizó en casa, cuando yo tenía cinco años de edad. A pesar de nunca haber tenido dificultad para hablar en público, durante los primeros años de escuela, yo era una niña relativamente tímida e introvertida, hablaba poco. Contener el bolígrafo, esto sí era una tarea difícil. Siempre me gustó ecribir. Demasiado, incluso. Las maestras vivían pidiendo que yo escribiera textos más cortos. Pero las palabras simplemente fluían.

La actriz en el palco, embarazada y sentada en una silla. Ao fondo, la sombra de una bailarina.

En la adolescencia, me mudé con la familia al interior del estado de Santa Catarina. En esta época, yo llegaba a escribir ocho páginas por día en mi diario. Me gustaba escribir cuentos, poemas y obras de teatro. El teatro, además, tuvo gran importancia en esta fase de mi vida. Actué y ayudé a producir diversas obras, que presentábamos en la ciudad y en los festivales de la región. Algunas eran largas, otras cortas. Pero en la escuela, las redacciones de las clases de portugués solo quedaban cada vez más grandes, para desesperación de las maestras.

Joven mujer llevando beca y capilla, sosteniendo su diploma en las manos.

Fue solo en la universitad, cuando entré al curso de Publicidad y Propaganda, que finalmente aprendí a usar pocas palabras para expresar mi ideas. Esto contribuyó para que yo me tornara una escritora flexible, capaz de escribir tanto eslóganes y manuales de instrucciones (que necesitan de un lenguaje sencillo y directo), como cuentos y romances (que piden el desarrollo de detalles). La experiencia como publicitaria también me proporcionó el contato con diversos tipos de negocios. Así, desarrollé la habilidad de escribir los más variados tipos de textos, ya sea en languaje técnico o coloquial, para diferentes públicos. Esta habilidad se refleja no solamente en la escritura, sino también en la traducción.

Una joven mujer sentada en un banco en una plaza, en el invierno, en frente a la Casa Blanca.

Mi interés por otros idiomas inició aún en Curitiba, cuando empecé a estudiar inglés. Por alguna razón, que no sé explicar muy bien, siempre tuve facilidad en aprender y enseñar. Y cuando yo era estudiante del nivel avanzado, ya en Santa Catarina, fui invitada por primera vez para dar clases. Luego también empezaron a aparecer los trabajos de traducción. Desde entonces, estas dos actividades estuvieron siempre presentes en mi vida cotidiana, aunque en segundo plano, como un complemento. Fue también el contato con idiomas extranjeros que despertó mi gusto por viajar.

Dos mujeres, hija y madre, de pie sobre la vía del tren, bosque alrededor, un túnel al fondo.

Siempre busqué ser independiente y, por iniciativa propia, empecé a trabajar temprano. Con el apoyo de mi madre, a los 13 años, vendía joyas, lencerías y chocolates por catálogo para la familia y amigos. A los 17, logré mi primer empleo “de verdad”, en la biblioteca de una escuela pública, un pequeño paraíso para mí. Durante la universidad, trabajé en agencias de publicidad, con redacción y planificación. Después de graduarme, fui a trabajar en el sector de marketing de una gran empresa textil brasileña. Mi papel era divulgar el producto por todo el País, a través de conferencias para comerciantes y vendedores. Fue una óptima oportunidad para conocer la riquísima y diversa cultura de todas las regiones de Brasil.

Una joven mujer trayendo gafas de sol con casas coloridas al fondo.

En esta época, era genial estar siempre en lugares distintos y encontrar diferentes personas. Sin embargo, viajando dieciocho semanas al año, no tenía tiempo para un curso de posgrado. Y, para ser sincera, yo no estaba realmente segura de que este era el camino que yo deseaba tomar en aquel momento. Yo solo sabía que no quería dejar de estudiar. Por ello, fui a aprender mi tercer idioma: español. Oportunidades para dar clases y traducir en esta lengua también aparecerion más tarde.

Una pareja de pie sobre una colina, con una baía, más colinas e una ciudad al fondo.

En 2011, hice mis primeros viajes internacionales, a Argentina y a Estados Unidos, lo que me ayudó a comenzar a expandir mis horizontes. Pero fue el año siguiente, 2012, que me trajo los mayores logros. Primero, conocí a la persona que, desde entonces, está siempre a mi lado y que hoy es mi marido. Segundo, realicé un gran sueño que me acompañaba hacía años: hacer un intercambio, pasar un año viviendo en otro país.

Una joven mujer con los Cliffs of Moher al fondo.

Mis doce meses en Irlanda fueron muy intensos. No solo me sumergí en una cultura diferente, como también mi perspectiva del mundo en sí se transformó. De repente, todos los demás países ya no eran más una idea vaga, que yo solo conocía a través de los medios de comunicación. Todo se acercó. No había más distancia que no pudiera ser recorrida. No había más sueño que no pudiera ser alcanzado. El planeta se hizo más pequeño. Y todos los lugares, desde entonces, me resultan extrañamente familiares.

Una joven mujer mirando hacia afuera por la ventana de un viejo tren. Fuera, la selva.

De vuelta a Brasil, sin embargo, una serie de frustraciones y desilusiones profesionales me hicieron abandonar la publicidad e ingresar en el servicio público, donde permanecí durante casi tres años. También a lo largo de este tiempo, las responsabilidades de la vida adulta crecieron y fueron, poco a poco, tomando cada vez más espacio, empujando los hábitos de leer y escribir para un rincón oculto. Me gusta pensar en esta época de mi vida como un período de “hibernación creativa”.

Una joven mujer con una bahía y un puerto al fondo.

Finalmente, en 2017, nos mudamos, mi marido y yo, a Alemania. Él vino a trabajar en una empresa multinacional de tecnología. Y yo encontré tiempo para despertar y rescatar todas aquellas cosas que siempre me trajeron alegría y satisfacción: leer, estudiar historia y cultura, aprender y enseñar idiomas, traducir, escribir y contar historias. En resumen, dar vida a las palabras.

La face de una joven mujer, mirando hacia arriba a la distancia.

Creo que nada ocurre por casualidad. Todos los pasos que tomé hasta aquí me trajeron a este momento. Mi objetivo, ahora, es utilizar todo lo que aprendí para producir contenido de calidad, traer información y entretenimiento al mayor número de personas posible.


¿Y ahora?

Si usted ha leído hasta aquí, es porque se ha interesado por mi historia y cree que, de alguna manera, yo puedo ayudarlo a través de mis servicios, ya sea para escribir, traducir o enseñar. (enlace para la página de servicios estará disponible en breve)

Espero estar a la altura de sus expectativas para atender sus necesidades. En el caso de que desee conocer un poco de los trabajos que ya he realizado, consulte mi portfolio. (enlace para la página del portfolio estará disponible en breve)

Para dudas, elogios, críticas y sugerencias, estoy siempre disponible a través del e-mail gabriele@gabrieletscha.com. O, si lo prefiere, rellene el formulario en la página de contacto.

Tendré mucho gusto en atenderle.