Una calle vacía, casas con puertas y ventanas cerradas, un perrito acostado en la sombra, mirando el horizonte, el mar al fondo.

El planeta es nuestro nuevamente. Liebres, ardillas y gansos en parques, peces en la costa, pájaros en balcones, arañas en paredes: abrimos nuestro camino para dentro de ciudades, por calles vacías. No tenemos más miedo, sentimos paz. Menos máquinas voladoras cruzan los cielos. El romper de las olas es el único sonido en las playas. Lagos y canales están tranquilos. Nuestro pelo e nuestras escamas son calentados por el sol y refrescados por el viento. Podemos respirar, buscar comida y movernos libremente otra vez, sin temor o prisa. Nuestra prole es, por lo tanto, más numerosa. En este mundo nuevo y desacelerado, prosperamos.


Nota: Escribí este texto originalmente en inglés para participar del Premio Lockdown de Fish Publishing, donde los escritores podrían enviar prosa de bolsillo de hasta 100 palabras sobre el tema: “Coronavirus – la respuesta del escritor a los extraños tiempos del 2020”.


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